LA DIGITALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD SIN ROSTRO HUMANO
Iván M. García
Nos sorprendió a todas y a todos la tremenda relevancia que tuvo y tiene en esta pandemia la digitalización y conectividad en nuestras sociedades, sobre todo urbanas. Pero la sorpresa es más amplia todavía, ya que estamos entrando en la nueva revolución digital 4.0 que es el nombre con el cual se conoce a la 4ta. revolución industrial (Klaus Schwab). La primera revolución (1760- 1860) se caracterizó por la introducción de mecanismos de producción hidráulicos y de vapor, la segunda (1850) por la producción en masa mediante el uso de sistemas eléctricos y el auge de industrias químicas, electrónicas y automotrices, la tercera (a mediados del siglo XX) por la introducción de la microelectrónica, la informática, la biotecnología y la tecnología de la información para automatizar los procesos.
Las tres revoluciones industriales anteriores permitieron grandes transformaciones tecnológicas y sociales, pero también crearon nuevos escenarios y relaciones de poder, de lucha y sobrevivencia. La sociedad estaba entusiasmada viendo con asombro como se mejoraban los procesos tecnológicos, ignorando lo que pasaban en las personas, restando y hasta quitando humanidad a las personas.
La 4ta. Revolución industrial se caracteriza por la búsqueda de producción inteligente con decisiones autónomas mediante el uso de un conjunto de tecnologías como la robótica, internet de las cosas, realidad aumentada, inteligencia artificial, internet 5.0, big data, impresiones 3D y 4D, nano tecnología, biotecnología, entre otros. Toda esa revolución dice Boff son: “frutos de la creatividad humana y cambiante y toda innovación tecnológica acelera enormemente la historia.”.
Están apareciendo nuevas profesiones vinculadas a la tecnología digital 4.0, pero tanto el Estado, como las instituciones no nos estamos preparando lo suficiente. Hay que ponerse a pensar y repensar que cualquier cosa que se haga por más digital o inteligente que sea siempre necesita de una base humana para que se hagan las preguntas, para que se dé la humanidad a los procesos y a los servicios, para que no haya una hegemonía del conocimiento y de la cultura.
La pandemia nos sorprendió no solo por la imposibilidad de enfrentarla con un estado sin políticas para asegurar la salud de sus conciudadanos, sin políticas para reducir desigualdades de salud, educación, producción, alimentación, acceso a medios digitales. Miles y miles de niños, niñas, adolescentes y jóvenes se quedaron al margen del sistema educativo por no tener acceso a medios digitales. La nueva tecnología ha sido un instrumento más de dominación, de exclusión y marginación. Se convirtió en la mayoría de casos en una cultura individualista, materialista, altamente competitiva, que dejó a los pobres a un lado, ampliándose la brecha entre los que tienen recursos para acceder a más tecnología y los que no tienen o es escaso ese acceso.
En el año 2020 aun hay 1.300 millones de personas que no logran tener electricidad, lo que equivale a decir que no han superado la 2da Revolución y existen 4.000 millones de personas que no llegan a superar la 3ra Revolución porque no tienen acceso a internet. La inteligencia artificial puede errar y equivocarse, puede ser manipulada por el odio, la mentira y para la creación de injusticias y sobre todo, la inteligencia artificial no tiene aquello que es esencial en el ser humano: la inteligencia cordial, sensible, y emocional. “La nueva tecnología ha de ser para ampliar las posibilidades del ser humano, de mostrar su inagotable creatividad y formas de vida más agradables” (Boff), más comunitarias, más inclusivas.
Son millones de puestos de trabajo que están desapareciendo, aparecen nuevos trabajos para los cuales no estamos preparados y son sustituidos por robots; la producción y la comercialización de bienes primarios está cambiando radicalmente su forma de ser y hacer; la educación y la enseñanza en este contexto de las nuevas tecnologías también se está transformando. Por ejemplo, hace 7 meses no veíamos tan urgente e importante la masificación de la conectividad y ahora vemos todas las inequidades que provocó.
Por lo tanto, las propuestas curriculares deben cambiarse, flexibilizarse, ajustarse. La formación profesional para jóvenes y adultos en los nuevos contextos es inacabada, debe regenerarse permanentemente, la formación a lo largo de la vida cobra vital importancia, los productos terminados de antes ya son completamente obsoletos. Hace 10 años no teníamos personas capacitadas en pilotear drones, youtuber, conductores de uber, expertos en marketing digital, asesores en redes sociales, técnicos en biotecnologías, técnicos en robótica agrícola, asesores ambientales, etc. La dinamización de las economías locales en esta coyuntura será posible si la enfrentamos con la generación de nuevas capacidades locales.
Solemos decir que el pez grande se come al pequeño, ahora ya no es así, el pez rápido se come al lento, la empresa que no innova está condenada a la desaparición. En esta pandemia hemos visto desparecer a miles de pequeños o grandes negocios que no lograron adaptarse a los cambios que significó la irrupción de las nuevas modalidades de consumo y comercialización.
Debemos subirnos a ese gran auto de la nueva dinámica de la sociedad, adaptarnos a los cambios, pero estar atentos a defender los valores y principios de la vida, cuidar nuestro planeta que es “la casa común” y oponernos a todo aquello que implique la deshumanización de la sociedad y evitar caer en una cultura del descarte para no perder los valores “imperativos de la solidaridad y la fraternidad.”



